Persigue tus sueños, pero no te apegues al resultado.

Cuando deseamos algo desde el corazón, con fuerza, con la ilusión de un niño, el Universo nos envia los ingredientes para que fluyamos hacia ello.

Cuando nos sabemos

sostenidos, caminamos hacia la meta con alegría, confiados de que sea cual sea el resultado, siempre será el mejor.


Entonces el camino se vuelve rico en aprendizajes y experiencias, y nos permite ser creativos, artistas de nuestro propio destino, invitándonos a participar como maestros aprendices de la vida.

Finalmente llegamos a la meta y posiblemente, no se parece a lo que tanto deseábamos: en realidad es mucho mejor. El Universo es abundante con todos nosotros siempre que fluyamos con él, y siempre nos conduce al jardín más hermoso que nuesta alma está lista para contemplar.

Cuando nos aferramos a un objetivo y somos intransigentes con el resultado, el camino hacia él se vuelve estrecho y pobre en matices. Nuestra creatividad no aflora, pues no hay oportunidad para la sorpresa. Entonces, caminamos sin avanzar, pues no hay aprendizaje dentro de nuestro espacio de confort.

Y si finalmente no logramos lo que deseábamos, aparece el sufrimiento y la frustración.

¿Cuántas veces has deseado algo y no has encontrado más que impedimentos para lograrlo? Aún así te has obcecado con ello y lo has seguido intentando una y otra vez hasta conseguirlo de forma forzosa. Es posible que logrado el objetivo ya no te parezca tan deseado, te resulte deslucido y pobre. Es porque en realidad, en tu camino había algo mucho mejor esperándote pero en tu esfuerzo por conseguirlo te has desviado, dejando a un lado tu verdadero camino de luz, el que atiende al plan de tu alma.

Por ello, cuando persigas un sueño, practica el DESAPEGO, abandónate al flujo Universal y confía. Ten por seguro que algo maravilloso habrá para tí y en ningún momento te arrepentirás, pues como decíamos, el Universo es abundante y el alma sabia.