Naces puro, perfecto, conectado… eres AMOR, sin filtros, sin censura, sin límites. ¡Y tienes la vida por delante!
Pero creces aprendiendo que tu estado natural no es del todo perfecto, pues el mundo que te rodea es de un modo muy diferente.
Y poco a poco tu expontaneidad se va apagando. Y el amor dado se convierte en amor condicionado.
Y la sinceridad ya no es imprescindible, sólo un recurso para recibir felicitaciones.
Y conoces la decepción, la soledad, el conflicto.
Y pasados los años y alcanzada la edad adulta crees ser una persona hecha, íntegra y honorable. Pero como no eres feliz, no dejas de preguntarte qué es lo que has hecho mal. Entonces comienzas un proceso de autoconocimiento sin precedentes, porque es urgente saber qué pasa, quién habita dentro de éste ser imperfecto y qué es lo que está haciendo aquí.
Descubres que llevas puesto un disfraz, un elaborado traje a la medida de las circunstancias y en un primer intento por quitártelo comprendes que tiene tantas capas como memorias de dolor hay en tu alma.
Pero deseas conocerte, mirarte al espejo y ver la verdad de lo que eres. Y empiezas tu proceso de sanación; empiezas a desaprender, y a pesar de los dolores, una nueva corriente alegre y amorosa te sopla en las heridas y te regala auténticos momentos de gozo.
¡Y tu vida se convierte en una aventura! Tomas responsabilidad de lo que te sucede, perdonas a los que te hirieron, te vas volviendo cada vez más empático… el mundo te parece un lugar en el que cada día ser mejor persona.
Te vas puliendo, limpiando… cada día te conoces un poco más y te amas!
Gracias por mostrar al mundo tu verdero SER…
¡Tú eres único e imprescindible con tu preciosa unicidad!