Cuando te propones en tu día a día practicar para acallar a tu EGO, empiezas a observar el mundo desde otra perspectiva.
El hecho de que tu ego cada vez participe menos en tus reacciones, contestaciones y pensamientos, te da un aire nuevo de libertad; y cuando consigues amordazarlo por periodos prolongados no sólo la visión del mundo es clara, la tuya propia se vuelve real y nítida, y por fin entiendes que no eres tan diferente del resto.
Somos gotas de lluvia caídas en el mismo chaparrón, hojitas de un árbol formando una misma copa.
Somos piezas de un rompecabezas, todas distintas y todas necesarias para que la imagen final tenga significado. Si falta una pieza el rompecabezas está incompleto y si están todas luce con toda su belleza. Cuando están desperdigadas por la mesa lo único que vemos es un montón de piezas inconexas que difícilmente pueden formar algo; pero cuando las vamos observando detenidamente una a una comenzamos a ver colores, formas, detalles que las asemejan. Rasgos que se repiten en cada una de ellas.
Todas distintas y todas iguales; todas únicas y todas necesarias… ¿Cómo podríamos decir que una es mejor que otra? ¿Qué una es más hermosa? ¿O que alguna es más necesaria que el resto?
Somos piezas de un Universo perfecto que funciona en armonía a pesar de que caminemos desperdigados, desordenados, enfadados… juzgándonos, despreciándonos o creyéndonos mejores. Formamos algo hermoso a pesar de que no nos esforcemos en ello.
Imagina si todos pusiéramos nuestra intención en conectar, en apreciar la belleza de los que nos rodean.
Imagina el barniz que le daríamos a nuestro perfecto Universo. A nuestro hogar.